GUIÓN:
Los naufragios han sido un tópico muy explotado, tanto en relatos literarios como en el mundo cinematográfico, siendo el del Titanic el más difundido y retratado, contando con uno de los filmes más taquilleros de la historia: la versión de James Cameron de 1997. En muchos casos, los naufragios no involucran directamente a un barco, sino que, por ejemplo, podemos presenciar accidentes aéreos, luego de los cuales, fortuitamente, sus personajes aparecen en una isla, como es el caso de Náufrago (Cast Away, Robert Zemeckis, 2000) o la famosísima serie Perdidos (Lost, J.J. Abrams, 2004-2010). Es justamente A la deriva el nombre elegido para retratar lo vivido por Tami Oldham y su terrible experiencia en 1983, mientras flotaba sin rumbo en su embarcación, que había sido inutilizada durante una gran tormenta en alta mar, en medio del Océano Pacífico.
Las luchas contra los desafíos que la naturaleza le impone al ser humano parece ser uno de los temas preferidos por el director islandés Baltasar Kormákur, tal es el caso de filmes como Lo profundo (The Deep, 2012), enteramente producido en Islandia y que retrata la supervivencia que debe afrontar un pescador en medio del océano, así como también Everest (2015), su tercera película fuera de Islandia, basada en las historias relatadas por el periodista y montañista John Krakauer en su libro Into Thin Air (Mal de Altura). A la deriva va deshilvanando la historia del accidente de Tami Oldham, mediante flashbacks y flashforwards, recursos para contarnos el pasado y el futuro de los protagonistas, a los que nos acostumbró J.J. Abrams en Perdidos, y que guarda una gran sorpresa hacia el final del filme, aunque si somos habitués de las historias de naufragios, puede suceder que no nos sorprenda tanto.